Acabamos un año para el que no quedan adjetivos y que nos deja muchas preocupaciones y tareas pendientes. La primera, obviamente, es garantizar la salud de toda la población. Algo que, afortunadamente y gracias al esfuerzo de la comunidad científica, podría estar ya muy próximo. La segunda es afrontar la recuperación económica y cómo hacer que ésta llegue cuanto antes.

Cuando se atraviesa una crisis es tan malo subestimar sus consecuencias como dejarse llevar por el fatalismo. Si no están medidos ni razonados, optimismo y pesimismo son igualmente peligrosos, por eso es importante encarar 2021 con una reflexión que sirva para determinar dónde estamos y qué herramientas nos devolverán a la senda del crecimiento. A la primera pregunta nos responde la Comisión Europea, que en sus últimas previsiones calcula la caída del PIB español en un 12,4%, la mayor de la UE. En cuanto a las herramientas que nos permitirán subir esa empinada cuesta, desde la Agencia Vasca de la Innovación-Innobasque tenemos una única respuesta; la inversión en I+D+i.

Esta crisis ha de servir para situar definitivamente la investigación y la innovación en el eje de nuestra estrategia económica, tanto por lo que pueden aportar desde ya a la recuperación como por su capacidad para preservar el tejido empresarial de cara a nuevas recesiones. Tecnologías como la computación en la nube, la virtualización o la ciberseguridad ya han demostrado hasta qué punto pueden ser cruciales para que una empresa continúe con su actividad en circunstancias adversas e inesperadas.

Este blindaje es además especialmente importante en un momento en el que la digitalización y la fabricación avanzada están revolucionando la competitividad de las empresas. Perder hoy el paso en la aplicación o creación de esas innovaciones supondría una verdadera calamidad en el medio y largo plazo. En un momento tecnológicamente tan determinante como el que vivimos, menospreciar el valor de la I+D+i como pilar de una economía sostenible es exponerse a ver cómo nuestras empresas pierden competitividad y se descuelgan del grupo que, de ahora en adelante, liderará la transformación digital.

En la anterior crisis descuidamos ese valor protector de la I+D+i. Tanto, que no recuperamos los niveles de inversión de 2009 hasta hace dos años. Según el INE, en 2018, con 14.946 millones invertidos, por fin emprendimos una remontada que consolidamos en 2019 con 15.572 millones, una cifra que situaba el gasto en el 1,25% del PIB. Era un dato esperanzador pese a estar muy lejos del 3% que había fijado la Comisión como objetivo para este año o de la media finalmente lograda en la Unión (el 2,18%) y pese a ser, además, un registro muy desigual entre comunidades autónomas. Frente al 1,97% y el 1,71% de Euskadi y Madrid, respectivamente, están el 0,40% de Islas Baleares o el 0,47% de Canarias.

Estas brechas hacen que en esta reflexión de cara a 2021 resulte interesante conocer la percepción de quienes desarrollan su actividad profesional en la I+D+i. ¿Cómo y dónde invertir unos recursos que volverán a reducirse para poder sacarles el máximo provecho? En el Sistema Vasco de Innovación y Ciencia, el panel de 250 expertos que han participado en la última edición del "Informe Innobasque de Innovación", publicado este mes, asegura que las principales prioridades deben de ser la promoción de iniciativas estratégicas, la digitalización en las empresas y la sociedad y la innovación en las pymes.

Es decir, subrayan la necesidad de llegar a las pymes, alinearlas con las estrategias 'de país', de informarles dónde van a encontrar más oportunidades y de facilitarles los recursos que necesiten para identificar sus debilidades y potencialidades, así como las herramientas que les permitan solventar unas y aprovechar las otras. Es fundamental, además, inculcarles la necesidad de incorporar la innovación en su ADN, de que busquen constantemente cómo mejorar sus procesos, sus productos, su gestión, su marketing… Siempre hay margen para la mejora y buscarlo es innovar.

Y parece que lo vamos consiguiendo. Casi la mitad de los integrantes del panel cree que tras la pandemia para muchas empresas la innovación pasará a ser prioritaria. Es decir, aprecian que en ellas empieza a haber un clima favorable a la inversión, tendencia que debemos fomentar siempre pero muy especialmente al encarar un 2021 que va a ser determinante. Esa es la semilla que debemos cultivar tanto desde el ámbito público como el privado para lograr que la recuperación sea no sólo rápida sino también inclusiva y transformadora.

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